1. Cartas del verano de 1926, de Marina Tsvietáieva, Borís Pasternak y Rainer Maria Rilke. Practicamente mi libro favorito. Lo leí en los primeros meses del año y sus palabras, sobre todo las de Rilke y Tsvietáieva —uno de los grandes descubrimientos de mi vida— , siempre me dejaban con una sensación de abatimiento emocional e intelectual de la que no me podía recuperar sino con largas caminatas en Santa María la Ribera. Escribí para Nexos esta pequeña nota una vez que corrió el primer semestre.
«¿Sabes qué quiero yo —cuando quiero? Oscurecimiento, aclaramiento, transfiguración. El máximo relieve del alma ajena —y de la mía». Es verano, como hace casi cien años, pero las noches son frías y la gente que está allá afuera camina con los pies mojados. Me han pedido que recomiende un libro y pienso en los que leí en los meses que pasaron: libros largos, cincelados por el tiempo. Entre ellos, escojo uno de pasta verde en el que se pueden mirar cinco cúpulas bulbosas como sacadas de un sueño: es el sueño epistolar de Marina Tsvietáieva, Boris Pasternak y Rainer Maria Rilke. Uno construido por estrellas que se miran y se dicen palabras para hacer una constelación sensible, racional, dulce, cruel. Cartas del verano de 1926 (Editorial Minúscula, 2012)no es sólo una obra literaria, muestra de la sublimación que puede adquirir el magnífico oficio de escribir. No: se trata de algo más, un documento histórico en el que se encuentran broquelados con palabras de oro los testimonios sinceros de admiración, cariño y respeto intelectual que se procuraron en la distancia estos tres grandes poetas del siglo XX. Un libro que muestra, como pocos, la vocación universal de lo privado, de lo dicho en secreto para otro, frente al otro, como una muestra del amor sin reparo. Cartas, además, envueltas con el sobre pulcro, impecable, de los editores y traductores —Selma Ancira, Adan Kovacsics, Fransico Segovia, Konstantín Azadovski Evgueni Pasternak y Elena Pasternak—, que tejen con su hilo una narrativa, y hacen de esta edición un verdadero baluarte del cuidado y curiosidad por los pequeños textos que se suponen entre sí. En fin, misivas que invitan a uno, merced al fulgor de su estampilla, a colocarse en un estado emocional de abatimiento guiado por la inquieta permuta de sentimientos e ideas.
2. La tentación del fracaso, de Julio Ramón Ribeyro. Quizá es sobre todo el sesgo de la compañía: fueron doce meses de enfermedad y padecimientos físicos que me tuvieron abatido por períodos largos, y el diario de Ribeyro, de casi 700 páginas siempre estuvo ahí para darme a mirar un pedazo del mundo al que él se asomaba con tanta mesura. En estos diarios, que comprenden la mayor parte de su vida, el gran cuentista peruano registra el curso de su vida en París, Madrid, Berlín y Lima, su vocación permanente por el fracaso, sus enamoramientos y deberes, el cáncer del esófago y las operaciones, pero también sus lecturas y consideraciones sobre los autores u obras más relevantes del siglo anterior.
Vinculo el valor más alto del libro a la conservación de esa voz única, llana, que recorre cada entrada de manera congruente —pasó lo que pasó y Ribeyro, en el fondo, siempre parecía el mismo— y a la especie de teoría de la literatura escondida detrás de cada reflexión.
Pero sí sostengo que escribir es un inmolación consciente y razonada que el escritor —el verdadero— hace de su tiempo, de su salud, de sus intereses materiales, de su vida, en suma, para crear un orden de palabras que lo satisfaga. ¿Qué es escribir si no inventar un atuor a la medida de nuestro gusto?
Acá un poco sobre el fracaso e Invitación al viaje, el libro con que Ribeyro juntó los 100 cuentos: https://www.nexos.com.mx/?p=82684
3. Alien daughters walk into the sun. an almanac on extreme girlhood, de Jackie Wang. Es, como dice su nombre, una compilación disímil de textos escritos a lo largo de una década (2006 a 2016) —desde el extreme girlhood tumblr de loneberry hasta el MFA en Harvard. En ellos, Jackie Wang, demuestra un talento único para abordar las ideas más complejas con párrafos estructurados con simpleza. Un estilo elegante se yuxtapone con la vida cotidiana y un humor tierno que siempre coquetea con el arte. El amor, el deseo, la curiosidad política, intelectual y estética, son los ejes que guían cada búsqueda, y así las instrucciones para comer un pércimo se vuelven un pretexto para hablar de la gran parábola que es la amistad. Cocinar un huevo para alguien es, al fin y al cabo, el máximo acto de cariño.
Doctor Psychiatrists Teachers Policemen Lawyers will all try to drag your ass back to earth, to sedate your delirium, but you gotta resist the pull of administrators and their senators. Ask yourself, Do you like the way it means so much? And if your answer is yes, politely refuse their offerings of anchors and maps.
4. Diario del ladrón, de Jean Genet. Maravilloso. Pensamientos sublimes, siempre envueltos en opulentas flores, sobre la abyección y la osadía que amerita correr el riesgo de nunca volver a ser quien se era antes. Escribiré más sobre esto, así que hasta ahí por ahora.
La calidad de mi amor le exigía que me probara su virilidad. Si era de verdad la fiera admirable que la ferocidad oscurece para que brille más, tenía que entregarse a juegos acordes con ello. Yo lo incité a robar.
5. Biografía de un Arcángel, de Selva Casal. Un eje de la literatura uruguaya, que permite la aproximación con los ángeles. Este libro poco conocido en el resto del continente y casi agotado en el cono sur nace de la pérdida y devela una poética singular.
Tus abrazos Dormido en un bosque En medio de los árboles Frío Augurio feroz Todo vacío Como el negativo de una foto que no logramos develar Como las sombras de un edificio enorme Que me han arrancado una a una las arterias. Robado el aire.
6. Víscera Beltrán, de Ana Carolina Zegarra. Este libro me encanta no sólo porque es de una de las editoriales más bellas de poesía que he visto —Pesapalabra—, ni porque está impresa en Plike black 330 gramos o porque tiene un poema titulado 1995, sino también porque en cada una de estas páginas una palabra duerme como una pequeña bestia esperando una caricia. Es así que la poesía peruana siempre logra ser la punta del cuchillo más filoso.
*Otros que nos gustaron mucho, pero estamos cansados de escribir:
- Caminar por aguas cristalinas en una piscina pintada de negro, de Cookie Mueller, en los tres editores.
- Poema de las emociones comunes, de María Belén MIlla, en Ultramarinos.
- Arqueología del cisne, de Juliana Rozo, en Smolbooks.
- Poeta en roma, de Jorge Eduardo Eielson, en Mangos de hacha.
- Archivo agonía, de Marina Azahua, en Editorial Sexto Piso.
- Casi todo es increíble, de Pablo Robles, en Juana Malasuerte.